viernes, 21 de enero de 2011

Anónimo - "Mis arreos son las armas"












Mis arreos son las armas

Mis arreos son las armas
mi descanso el pelear,
mi cama las duras peñas,
mi dormir siempre velar;
las manidas son oscuras
los caminos por usar,
así ando de sierra en sierra
por orillas de la mar,
a probar si en mi ventura
hay lugar donde avadar;
pero por vos, mi Señora,
todo se ha de comportar.

Francisco de Quevedo - "A una nariz"












Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.


viernes, 7 de enero de 2011

Sor Juana Inés de la Cruz - "Hombres necios que acusáis" (finales del siglo XVII)

Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.1
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien 2
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia. 3

Parecer quiere el denuedo 4
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo. 5

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia. 6

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada7
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas 8
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído? 9

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar? 10

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar, 11
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar. 12

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo. 13

Notas:
1. Califica de incompatibles los deseos de los hombres y sus críticas a las mujeres, pues son ellos quienes provocan los defectos que les reprochan a ellas.
2. ¿cómo queréis que obren bien?
3. Los hombres combaten la resistencia de las mujeres hasta seducirlas, pero, una vez conseguido, las acusan de ser indecentes (livianas), cuando en realidad han sido ellos quienes han provocado con su empeño (diligencia) que las mujeres se entreguen.
4. denuedo: insistencia.
5. Por los huecos de su cáscara el coco recuerda a la cara de un fantasma, algunos niños lo utilizan para asustar a la gente. Los hombres, en su actitutd con las mujeres, son como un niño que usara un coco para asustar y luego tuviera miedo de él.
6. Al hombre le gusta que la mujer sea sensual y desenfrenada cuando sólo la quiere como compañera de cama, pero exige pureza absoluta en la mujer con la que se ha de casar. Sor Juana Inés señala esta contradicción recordando a dos personajes antiguos de actitud opuesta: Thais, cortesana griega famosa por su desparpajo sexual, y Lucrecia, casta noble romana que, tras ser violada, se suicidó porque no pudo soportar su deshonra.
7. templada: serena, tranquila.
8. amantes penas: quejas amorosas con que se convence a una mujer.
9. ¿Quién es más culpable cuando dos se entregan a una apsión inadecuada: la mujer que sucumbe después de que un hombre le haya suplicado mucho o el hombre que, caído en la pasión desde el primer momento, ruega sin cesar a la mujer?
10. ¿Quién es más culpable: la prostituta que cobra por su amor o el cliente que paga por pecar?
11. solicitar: pedirle a alguien una relación amorosa.
12. y entonces criticarán injustamente la insistencia de la mujer que les vaya a suplicar amores. El hombre sólo podrá quejarse cuando sea la mujerquien busque su amor y no a la inversa.
13. Comprende bien (bien fundo) que la arrogancia de los hombres es muy poderosa (lidia con muchas armas), pues en las súplicas y promesas (promesa e instancia) que les hacen a las mujeres se concentran el diablo, la carne y el mundo, que son los tres enemigos del alma según la doctrina católica.

Francisco de Quevedo - "Cerrar podrá mis ojos la postrera"

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día, 1
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;2

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía: 3
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa. 4

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido 5

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado. 6

Notas:
1. postrera: última. El poeta prevé el momento en que la sombra última de la muerte le cerrará los ojos y le arrebatará la luz de este mundo (blanco día).
2. y la hora agradable (lisonjera)de la muerte podrá soltar su alma que está ansiosa por liberarse de la cárcel del cuerpo para así acceder a la vida eterna.
3. La muerte está representada al modo de los antiguos griegos y romanos, quienes creían que el alma del difunto cruzaba un río llamado Leteo antes de alcanzar el reino de los muertos. Al pasar el Leteo, el alma se olvidaba de todo lo que había vivido en el mundo terrenal, pero Quevedo dice que él, cuando se encuentre en el más allá (de esotra parte) conservará el recuerdo (memoria) del amor en lugar de dejarlo en la orilla (ribera) del río del olvido.
4. Se refiere a la severa ley de la muerte, que dicta que el alma del hombre muerto no puede recordar nada de lo que vivió en el mundo terrenal.
5. Quevedo alude a su propio cuerpo mencionando tres de sus partes: el alma, las venas y las médulas o medulas, que son los huesos. De su alma dice que ha vivido encarcelada por culpa de un dios (Cupido); de sus venas, que el líquido (humor) que las recorría, es decir, la sangre, ha dado alimento al fuego de la pasión; de sus huesos, que han ardido gloriosamente en el fuego de la pasión.
6. Los tres predicados se corresponden con los tres sujetos citados en el primer terceto. Quevedo nos dice que, una vez en el más allá, su alma dejará el cuerpo pero no se desprenderá de su ansiedad amorosa (no su cuidado); las venas serán ceniza, pero ceniza con capacidad de sentir; y los huesos se convertirán en polvo, pero en polvo enamorado. En definitiva, expresa la convicción de que el amor, cuando es intenso, puede sobrevivir a la muerte.

Francisco de Quevedo - "¡Ah de la vida!"...¿Nadie me responde?"

«¡Ah de la vida!»0... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños1 que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.2

¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,3
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.4

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto. 5

Notas:
0. Antiguamente, al entrar en una casa se decía esta expresión, que significaba ¿hay alguien en casa?.
1.
antaños: antiguos, tiempo pasado.
2. El destino ha consumido su vida y la insensatez le ha hecho perder el tiempo.
Se refiere a los avatares de la fortuna que, a veces, es favorable y otras no, tanto subes como bajas.
3. El desgaste físico causado por el paso del tiempo está presente.
4. Usa tres formas verbales en forma de sustantivos para dar a entender que los hombres estamos hechos de tiempo.
5. En la actualidad, el futuro y el pasado, une el nacimiento con la muerte y se convierte en una serie de difuntos. Quevedo piensa que todo hombre vivo es la suma de los hombres, ya muertos. La idea reaparece en otros escritos de este mismo poeta.

Andrés Fernández de Andrada, Epístola moral a Fabio

Andrés Fernández de Andrada, “Epístola moral a Fabio” vv. 1-21, 46-51, 58-63, 67-72, 100-108, 115-117, 127-129, 163-168, 172-174, 181-195, 202-205 (antes de 1613)

Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;1

el que no las limare o las rompiere
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.

El ánimo plebeyo y abatido
elija en sus intentos temeroso
primero estar suspenso que caído;

que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.

Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.

Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.

Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis2, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.
(…)
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,

que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
(…)
Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de uno a otro momento.

Casi no tienes ni una sombra vana
de nuestra grande Itálica, y, ¿esperas?3
¡Oh terror perpetuo de la vida humana!4
(…)
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?

¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño me despierte?

¿Será que pueda ver que me desvío
de la vida viviendo, y que está unida
la cauta muerte al simple vivir mío?
(…)
¿Piensas acaso tú que fue criado
el varón para el rayo de la guerra,
para surcar el piélago salado,

para medir el orbe de la tierra
y el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo entiende, cuánto yerra!

Esta nuestra porción alta y divina,
a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina.
(…)
Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente
que no afecto a los nombres ni a la fama.
(…)
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
(…)
¡Qué muda la virtud por el prudente!
¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!

Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres sólo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.
(…)
Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.5
(…)
Sin la templanza, ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡Oh muerte! Ven callada,
como sueles venir en la saeta;

no en la tonante máquina preñada
de fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.

Así, Fabio, me enseña descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.

No te burles de ver cuánto confío,
ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.

¿Es, por ventura, menos poderosa
que el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.
(…)
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

Notas:
1 En sus consejos a Fabio, el poeta recrea el tópico del menosprecio de la corte, tan característico del Siglo de Oro. En concreto, rechaza las esperanzas cortesanas, propias de quienes acuden a la corte buscando poder, riqueza y fama. Para el poeta, la felicidad sólo se puede obtener cuando uno renuncia a las ambiciones y se conforma con lo que tiene.
2 Es el nombre en latín del río Guadalquivir.
3 Itálica fue una ciudad romana muy importante, cercana a la actual Sevilla. En el s. XVII se podían apreciar sus ruinas, por eso simbolizaba la fugacidad de lo humano. Fernández de Andrada la nombra para darle a entender a Fabio que no retrase su vida, que el timepo pasa fugazmente.
4 Al condenar la esperanza el poeta se suma al pensamiento estoico. Los filósofos estoicos creían que había cuatro pasiones que el hombre tenía que evitar para no sufrir: la esperanza, el miedo, el odio y el amor. Ellos recomendaban la templanza, que consistía en un equilibrio mental en que la persona se libera de toda pasión y deseo.
5 El poeta aspira a una vida tranquila y discreta, alejada de las grandes emociones, que nadie pueda criticar. Esta idea se ajusta al tópico de la aurea mediocritas, que desarrolló con éxito Horacio, un poeta romano que sirvió como principal fuente de insiración a este poema de Fernández de Andrada.

miércoles, 5 de enero de 2011

Luis de Góngora - Fábula de Polifemo y Galatea Estrofas LXII-LXIII

Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea, estrofas 62-63 (1611)

El amor de Acis y Galatea (estrofas 23-42)
Un día, Galatea se queda dormida a la orilla de una fuente, adonde llega el joven Acis para beber agua (23-24). Acis, bellísimo hijo de un fauno, adora a Galatea, y le deja a modo de ofrenda un cestillo con leche, almendras, manteca y miel (25-27). Cuando Galatea despierta, se pregunta de quién será el regalo (28-29) y, justo entonces, Cupido la hiere en el pecho con una de sus flechas de amor (30-31). Galatea queda así enamorada de Acis, a quien encuentra poco después tumbado en la hierba, con los ojos cerrados, así que interpreta que está dormido, cuando en realidad Acis está fingiendo el sueño (32-37). De repente, el joven se levanta e intenta besarle el pie a Galatea, quien se asusta mucho (38). Al poco, sin embargo, la ninfa cede a los requerimientos de Acis, y los dos jóvenes se reclinan bajo una peña rodeada de frondosas hiedras, donde se besan y se entregan al amor (39-42).
La ira de Polifemo (estrofas 43-63)
Está atardeciendo y, mientras Acis y Galatea disfrutan de su amor, Polifemo sube a la cima de un peñasco que domina la playa y empieza a tocar su zampoña (43-44). Al oír la música, Galatea se asusta tanto que piensa en huir, pero acaba permaneciendo junto a Acis (45). Polifemo entona una canción en que llora el desdén de Galatea, siempre inaccesible a sus galanterías (46-58), e interrumpe de pronto su canto para apedrear a unas cabras que están destrozando unas viñas (59). Algunas piedras caen muy cerca de Acis y Galatea, quienes, asustados, corren hacia el mar (60). Al ver a la pareja, Polifemo sufre un brusco ataque de celos y arroja una enorme peña sobre Acis, quien muere aplastado (61-62). Desesperada, Galatea llama a las divinidades marinas, que convierten la sangre y los huesos de Acis en un cristalino arroyo. El agua avanza hacia el mar, donde es recibida por Doris, madre de Galatea, quien nombra a Acis río de Sicilia.

LXII
Con violencia desgajó infinita
la mayor punta de la excelsa16 roca,
que al joven, sobre quien la precipita,
urna es mucha, pirámide no poca.
Con lágrimas la Ninfa solicita
las deidades del mar, que Acis invoca:
concurren todas, y el peñasco duro
la sangre que exprimió, cristal fue puro.

Notas:
16 excelsa: alta, elevada. Reordenación de la estrofa:
Desgajó con infinita violencia la mayor punta de la roca excelsa, que es mucha urna [y] no poca pirámide al joven sobre quien la precipita. La ninfa solicita con lágrimas las deidades del mar que Acis invoca; concurren todas y la sangre que exprimió el peñasco duro fue cristal puro.
Explicación:
Urna y pirámide son recipientes de cadáveres. La roca es para Acis una enorme urna o pirámide que lo sepulta, o sea, Acis muere aplastado por la roca. Las deidades convierten a Acis en río, de modo que la sangre se convierte en agua (cristal puro).

LXIII
Sus miembros lastimosamente opresos
del escollo 17 fatal fueron apenas,
que los pies de los árboles más gruesos
calzó el líquido aljófar 18 de sus venas.
Corriente plata al fin sus blancos huesos,
lamiendo flores y argentando19 arenas,
a Doris llega que, con llanto pío,
yerno lo saludó, lo aclamó río.

Notas:
17 escollo: roca, piedra.
18 aljófar: rocío, gotas de rocío.
19 argentando: plateando, dando brillo de plata.
Reordenación de la estrofa:
Apenas sus miembros fueron lastimosamente opresos del escollo fatal, que el líquido aljófar de sus venas calzó los pies de los árboles más gruesos. [Siendo] al fin corriente plata sus blancos huesos, lamiendo flores y argentando arenas [Acis] llega a Doris, que con llanto pío lo saludó [como] yerno, lo aclamó [como] río.
Explicación:
La sangre de Acis se había convertido en perlas líquidas, en nácar líquido. "Acis llega a Doris" significa que el río llega al mar, donde está Doris. Doris lo saluda como yerno (a título póstumo) y lo aclama como a río, es decir, celebra el milagro que lo ha convertido en río, lo felicita por este honor (con llanto devoto, pues lo cierto es que ha muerto).
El hecho de reconocerlo como un río equivale a convertirlo en dios, porque en la Antigüedad los ríos eran divinidades.

Luis de Góngora -Fábula de Polifemo y Galatea Estrofas XIII y XIV

Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea, estrofas 13-14 (1611)

Galatea
Polifemo ama a Galatea, bella ninfa del mar de ojos brillantes, piel blanquísima y mejillas rojizas (13-14). Con sus numerosos encantos, Galatea despierta la envidia de las otras ninfas, el amor de los dioses del mar y la adoración de los hombres de Sicilia (15-22). Sin embargo, no parece dispuesta a corresponder a sus pretendientes.
XIII
Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma 12.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.
Notas:
12 terno: trío. Aquí se refiere a las tres Gracias, divinidades que encarnaban la belleza, la alegría y la juventud. Reordenación de la estrofa:
Adora Polifemo a una ninfa, hija de Doris, y la más bella del reino marino de la espuma. Se llama Galatea, y en ella resume dulcemente Venus los encantos de sus tres Gracias. Son sus ojos dos luminosas estrellas ... y fulguran sobre su piel tan blanca como la pluma del cisne. Reúne Galatea las características del pavón o pavo real (tener ojos en la pluma) y del cisne (la pluma blanca). Y como el pavo real está consagrado a Venus y el cisne a Juno, podemos decir que es un pavón de Venus, o bien cisne de Juno, si ya no queremos llamarla roca cristalina de los mares de Neptuno.
Explicación:
Los ojos de Galatea son como estrellas, y estas dos estrellas son como ojos [= lunares] sobre la blanca pluma que es su piel. En Galatea se confunden las características del cisne y del pavo real: su piel es blanca como las plumas del cisne, pero tiene ojos como las plumas del pavo real. Por ello, es como un pavo real que Venus aceptaría entre sus cisnes (Venus se vincula con el cisne) o como un cisne que Juno aceptaría entre sus pavos reales (Juno se vincula con el pavo real).


XIV
Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba13 entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea 14,
émula15 vana. El ciego dios se enoja,
y, condenado su esplendor, la deja
pender en oro al nácar de su oreja.

Notas:
13 La Alba o Aurora es la diosa del amanecer (rojizo).
14 eritrea: del mar Rojo (es la perla del mar que hay en ese país; tiene fama por sus perlas blancas).
15 émula: competidora.
Reordenación de la estrofa:
La Aurora deshoja sobre Galatea sus rayos luminosos que serán rosas rojas como la púrpura, entremezcladas con lirios blancos. Duda el amor y no se determina a decir cuál sea el verdadero color de la ninfa: si púrpura nevada o si roja nieve; tan ligados y matizados están en ella ambos colores. En vano la perla del mar Eritreo quiere competir con la frente de Galatea. El ciego dios del amor (Cupido), se enoja al ver el atrevimiento de la perla, y condenando su esplendor, la relega, engastada en el oro de un zarcillo, a pender de la nacarada oreja de la muchacha.
Explicación:
La piel de Galatea parece hecha de lirios blancos, pero el rubor de sus mejillas hace pensar que la Aurora (o Alba) ha desojado sus rosas sobre esos lirios. El Amor (el dios ciego -porque se le representaba con una venda en los ojos-), se enfada con la perla por intentar competir con Galatea y declarando que el brillo (esplendor) de la perla eritrea es inferior al de la frente de Galatea, castiga a la perla a pender, montada en oro, de la oreja de Galatea, que es comparada con el nácar.

Luis de Góngora - Fábula de Polifemo y Galatea Estrofas IV-IX

Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea, estrofas 4-9 (1611)

La Fábula de Polifemo y Galatea consta de unos 500 versos repartidos en 63 octavas y recrea un mito relatado en Las metamorfosis del poeta latino Ovidio (poema del siglo I). El pastor Polifemo, que es un cíclope, ama a Galatea, una hermosa ninfa del mar, pero ella no le corresponde. Un día, Galatea conoce a Acis y se siente atraída de inmediato por él. Los dos jóvenes se entregan al amor escondidos tras unas hiedras, pero Polifemo los descubre por azar y reacciona airadamente. Aplasta a Acis con una roca, pero las divinidades marinas, que habían sido aclamadas, transforman la sangre del pastor en agua fluyente que llega hasta el mar. Allí, Doris (diosa del mar y madre de Galatea) lo acoge como nueva divinidad: el dios del río.


La gruta de Polifemo (octavas IV-VI)

Tras dedicarle su poema al conde de Niebla (octavas I-III), Góngora describe el escenario de su historia: un lugar de la costa de Sicilia, isla cuya actividad volcánica se vincula con dos figuras mitológicas: el dios Vulcano y el gigante Tifeo (octava IV). En concreto, Polifemo vive en una oscura gruta rodeada de árboles y poblada de aves nocturnas, donde alberga asimismo a su multitudinario rebaño de cabras (octavas V-VI).
IV

Donde espumoso el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo 1
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
-cuando no del sacrílego deseo del
duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta de su boca.

Notas:
1. La metáfora se inspira en la acción de abrillantar los zapatos de una persona mientras los lleva puestos.
Reordenación de la estrofa:

Donde el mar siciliano, espumoso, argenta de plata el pie al Lilibeo (bóveda de las fraguas de Vulcano o tumba de los huesos de Tifeo), un llano da, cenizoso, pálidas señas del duro oficio, cuando no del sacrílego deseo. Allí
una alta roca es mordaza de su boca a una gruta.

Explicación:
En el extremo occidental de la isla de Sicilia hay un promontorio llamado Lilibeo. Más hacia el este se alza el Etna. Hay varias leyendas mitológicas que pretenden explicar la actividad volcánica del Etna. Según una de ellas, el volcán era la chimenea de la fragua de Vulcano, situada bajo la isla. Vulcano forjaba en su fragua los rayos que lanzaba Júpiter durante las tormentas. Según otra leyenda, antes de que el hombre poblara la Tierra ésta la habitaban por los gigantes, que trataron de escalar el monte Olimpo, la morada de los dioses, para dominarlo también, pero fueron aniquilados. Uno de ellos, Tifeo, fue sepultado vivo por una gran roca que le lanzó Júpiter, roca que se convirtió en la isla de Sicilia y el Etna era el respiradero por donde el gigante exhalaba su aliento. Así pues, las erupciones del Etna eran los escupitajos de fuego que lanzaba el gigante de pura rabia.
El llano, con sus cenizas, da muestras de la actividad del Etna, es decir, señas del duro oficio (el oficio de herrero de Vulcano) o del sacrílego deseo (que tuvieron Tifeo y los demás gigantes de invadir el Olimpo).
Pálidas puede entenderse como débiles (pálidas señas = débiles indicios) o bien como lúgubres, pues en la literatura latina es habitual calificar a la muerte como pálida. Así, pálidas señas = señales de muerte. Los últimos versos significan que una roca hace de mordaza a la boca de una gruta (es decir, la cierra).

V
Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña 2
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves 3,
gimiendo tristes y volando graves.

Notas:
2 Greña aquí representa la copa de los árboles, que es densa y está alborotada, es decir, que los árboles tienen un ramaje espeso y revuelto.
3 La infame turba de aves nocturnas es la horrible bandada de aves que demuestran lo tenebrosa que es la cueva a través de sus gemidos y de su vuelo.
Reordenación de la estrofa:
[Unos] troncos robustos son [una] tosca guarnición de este escollo duro, a cuya greña la caverna profunda debe menos luz, menos aire puro que a la peña. [Una] infame turba de aves nocturnas nos enseña el seno obscuro, lecho caliginoso, ser de la negra noche.
Explicación:
La caverna debe menos luz a la greña que a la peña. Equivalentemente: la greña da menos luz a la caverna que la peña. Decir "dar menos luz" en lugar de "quitar más luz" es un ejemplo de lítote, o atenuación, como cuando decimos "no es tonto", en lugar de "es muy listo". Por otra parte, afirmar que los árboles quitan más luz a la cueva que la roca es una hipérbole, o exageración, con la que quiere expresarse lo frondosos que eran los árboles.


VI
De este, pues, formidable de la tierra
bostezo 4, el melancólico vacío
a Polifemo, horror de aquella sierra,
bárbara choza es, albergue umbrío
y redil 5 espacioso donde encierra
cuanto las cumbres ásperas cabrío,
de los montes esconde: copia bella
que un silbo junta y un peñasco sella.
Notas:
4 La entrada de la cueva parece la boca de una persona cuando bosteza.
5 redil: lugar en que se recoge el ganado.
Reordenación de la estrofa:
El melancólico vacío de este, pues, bostezo formidable de la tierra es a Polifemo, horror de aquella sierra, choza bárbara, albergue umbrío y redil espacioso donde encierra cuanto cabrío esconde las cumbres ásperas de los montes: copia bella que un silbo junta y un peñasco sella.
Explicación:
Cabrío es ganado cabrío. El ganado de Polifemo es tanto que esconde (oculta, cubre completamente) las cumbres de los montes. "Copia bella" ha de entenderse como bello número, un gran número. Los pastores guían a las cabras con silbidos. En cuanto Polifemo silba, sus cabras se reúnen y entran en su cueva, que después el cíclope cierra con la roca.


Retrato de Polifemo (octavas VII-XII)
Góngora retrata a Polifemo, gigante provisto de un solo ojo, que usa un pino a modo de bastón (octava VII). Nos recuerda que Polifemo es hijo de Neptuno, el dios del mar, aunque omite que su madre es la ninfa Toosa. El cíclope es equiparado con elementos de la naturaleza: su cuerpo es un monte, su cabello es un río y su barba es un torrente impetuoso (octava VIII). Polifemo lleva un pellico -zamarra- confeccionado con la piel de las fieras que caza (octava IX) y un zurrón lleno de frutas (octavas X-XI), y toca una enorme zampoña -instrumento rústico a modo de flauta- fabricada con cien cañas enormes, cuya horrenda música desconcierta a los animales del bosque y alborota las aguas del mar (octava XII).

VII
Un monte era de miembros eminente 6
este que —de Neptuno hijo fiero—
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope a quien el pino más valiente
bastón le obedecía tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado 7.
Notas:
6 Significa que era un monte al que le sobresalían los brazos y las piernas.
7 cayado: Bastón cuyo mango tiene forma de gancho.
Reordenación de la estrofa:
Era como un eminente monte de miembros humanos este cíclope, feroz hijo del dios Neptuno. En la frente de Polifemo, amplia como un orbe, brilla un solo ojo, que podría casi competir aun con el Sol, nuestro máximo lucero. El más alto y fuerte pino de la montaña lo manejaba como un ligero bastón; y, si se apoyaba en él, cedía al enorme peso, cimbreándose como delgado junco, de tal modo, que, si un día era bastó, al otro ya estaba encorvado como un cayado.
Explicación:
La frente de Polifemo es un orbe al que ilustra (ilumina) de un ojo [= con un ojo, igual que un clavo se clava de/con un martillazo o un vaso se llena de/con agua]. Este único ojo compite en brillo con el Sol. Por eso la frente es un orbe (mundo), porque tiene su propio Sol.
Notemos que en castellano se puede decir "le obedece [siendo] sumiso", pues aquí tenemos lo mismo con un sustantivo: "le obedece [siendo, a modo de] bastón". El pino más valiente sirve de bastón a Polifemo, pero se dobla como un delgado junco ante su grave peso y así, al día siguiente ya no parece un pino recto, sino un cayado curvado para siempre.


VIII
Negro el cabello, imitador undoso
de las oscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso 8
vuela sin orden, pende 9 sin aseo;
un torrente es su barba, impetuoso
que —adusto hijo de este Pirineo—
su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano
surcada aun de los dedos de su mano.
Notas:
8 proceloso: huracanado, tempestuoso.
9 pende: cuelga.
Reordenación de la estrofa:
El cabello negro, imitador undoso de las obscuras aguas del Leteo, vuela sin orden, pende sin aseo al viento que lo peina proceloso; su barba es un torrente impetuoso que - adusto hijo de este Pirineo - inunda su pecho aun surcada de los dedos de su mano o tarde, o mal, o en vano.
Explicación:
En la estrofa anterior se ha dicho que Polifemo es un monte, y ahora su cabello y su barba son descritos como ríos que descienden del monte. El cabello imita al Leteo (uno de los ríos del infierno), cuyas aguas eran negras, y su barba es como un río de lava (adusto en el sentido de ardiente y moreno, undoso en el sentido de con olas y ondulado) que desciende del cíclope, el cual es como un Pirineo (un monte).
El río de su barba inunda su pecho caóticamente, a pesar de que el intenta arreglársela peinándola toscamente con sus dedos, pero lo hace tarde [= pocas veces] o mal [= sin cuidado] o, en cualquier caso, en vano, pues su barba no se deja dominar.

IX
No la Trinacria 10 en sus montañas, fiera
armó de crueldad, calzó de viento,
que redima feroz, salve ligera
su piel manchada de colores ciento:
pellico 11 es ya la que en los bosques era
mortal horror al que con paso lento
los bueyes a su albergue reducía,
pisando la dudosa luz del día.
Notas:
10 Tinacria: Isla de Sicilia.
11 pellico: chaqueta.
Reordenación de la estrofa:
La Trinacria no armó fiera [alguna] de [suficiente] crueldad o [la] calzó de [tanto] viento que redima feroz [o] salve ligera su piel manchada de cien[to] colores: pellico es ya la [fiera] que en los bosques era horror mortal al que reducía con paso lento los bueyes a su albergue, pisando la dudosa luz del día.
Explicación:
La Tinacria no ha criado un animal lo bastante fiero o ligero como para salvar su piel (salvarse) del cíclope.
Un animal veloz vuela más que corre, así que calzarlo de viento es ponerle viento en los pies, es decir, hacerlo capaz de correr velozmente.
La fiera a la que temía el campesino ahora es una chaqueta. Góngora alude al labrador a través de un rodeo: es el hombre que pisa la luz débil del atardecer mientras recoge con lentitud en su establo a los bueyes con los que ha trabajado durante el día.
La dudosa luz del día es la luz que hace dudar a la vista, la poca luz que queda justo antes del anochecer.

martes, 4 de enero de 2011

Godiva en blue jeans, de María Victoria Atencia


Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela...

No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del "Long Play" y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado,
repartiré en la casa amor y pan y fruta.

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La última costa, de Francisco Brines

Había una barcaza, con personajes torvos,
en la orilla dispuesta. La noche de la tierra,
sepultada.
Y más allá aquel barco, de luces mortecinas,
en donde se apiñaba, con fervor, aunque triste,
un gentío enlutado.
Enfrente, aquella bruma
cerrada bajo un cielo sin firmamento ya.
Y una barca esperando, y otras varadas.

Llegábamos exhaustos, con la carne tirante, algo seca.
Un aire inmóvil, con flecos de humedad,
flotaba en el lugar.
Todo estaba dispuesto.
La niebla, aún más cerrada,
exigía partir. Yo tenía los ojos velados por las lágrimas.
Dispusimos los remos desgastados
y como esclavos, mudos,
empujamos aquellas aguas negras.

Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco
en el viaje aquel de todos a la niebla.


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Inventario de lugares propicios al amor, de Ángel González


Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia ( con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

El poema lo puedes oír recitado aquí por Pedro Guerra.
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lunes, 3 de enero de 2011

En el nombre de hoy, de Jaime Gil de Biedma


En el nombre de hoy, veintiséis
de abril y mil novecientos
cincuenta y nueve, domingo
de nubes con sol, a las tres
-según sentencia del tiempo-
de la tarde en que doy principio
a este ejercicio en pronombre primero
del singular, indicativo,

y asimismo en el nombre del pájaro
y de la espuma del almendro,
del mundo, en fin, que habitamos,
voy a deciros lo que entiendo.
Pero antes de ir adelante
desde esta página quiero
enviar un saludo a mis padres,
que no me estarán leyendo.

Para ti, que no te nombro,
amor mío -y ahora hablo en serio-,
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida,
de toda la vida, qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?

Finalmente a los amigos,
compañeros de viaje,
y sobre todos ellos
a vosotros, Carlos, Ángel,
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero,

a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social,
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general.

El poema puedes oírlo recitado por su autor aquí.
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Digo vivir, de Blas de Otero


Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo vivir, vivir como si nada
hubiese de quedar de lo que escribo.

Porque escribir es viento fugitivo,
y publicar, columna arrinconada.
Digo vivir, vivir a pulso,
airadamente morir, citar desde el estribo.

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,
abominando cuanto he escrito: escombro
del hombre aquel que fui cuando callaba.

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra
más inmortal: aquella fiesta brava
del vivir y el morir. Lo demás sobra.

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Ante las torres de Compostela, de Gerardo Diego


También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de Compostela.

Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho —ay, amor— mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.

Y ella —tú— aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,

contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.

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